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Sí. Debo empezar este breve relato reconociendo mi culpabilidad. Soy un delincuente. Al parecer, de poca monta, pero delincuente y encubridor.
La cosa comenzó hace solamente dos o tres días. Estaba en la fila de una caja de una de esas grandes tiendas de material deportivo. No hace al caso lo que llevaba en las manos, pero como sé el natural curioso de la gente, aclararé que eran unos pantalones de montaña. No muy caros, lo que tendría su importancia más adelante.
Distraídamente miraba para allá y para acá. Había que hacer tiempo. Las dos cajeras no conseguían adelantar el trabajo. Sí, dos cajeras. ¿Por qué no encontraremos también cajeros? Tal vez esta palabra esté exclusivamente reservada para esos artilugios de pared, de esos en los que tienes que poner la mano sobre el teclado donde escribir los cuatro números encargados de proteger tu fortuna. Quién sabe, todavía no sé quién me protege a mí de todos los números que forman mi vida.
La chica realizaba todas las operaciones maquinalmente. Recogía las prendas, miraba la etiqueta, sacudía la prenda en el aire y la doblaba de forma precisa para, finalmente, introducirla delicadamente en una bolsa y dejarla sobre el mostrador. Recogía tu tarjeta y carné, que cuidadosamente comprobaba, y tecleaba el importe, después de entreabrir la bolsa, seguramente para confirmar su buena memoria, y etcétera (para que contarlo si todo el mundo sabe como funciona esto).
El caso es que todo sucedía de una forma normal, natural, pero...
En una de las dos cajeras percibí algo especial. Lo descubrí y supe que me tendría que tocar con ella. Crucé los dedos.
¿Qué descubrí? No todo era tan normal, tan natural. No perdía la sonrisa, ni la amabilidad pero, en una décima de segundo, un brillo extraordinario inundaba sus verdeazulados ojos, que se volvía radiantes y llenos de felicidad.
También ella descubrió que la había descubierto. Pero se quedó tranquila. Al instante supo que podía confiar en mí, que yo jamás contaría su secreto. Es más, que me haría su cómplice. Y fue en ese momento en el que me arrepentí de haber comprado solo unos pantalones. Tendría que haber comprado algo caro. Ya, puestos a delinquir, debiera haberlo hecho por una cuantiosa suma.
Sin mirarme apenas, ni cruzar palabra, y mientras atendía a los clientes de la fila, me contó con sus grandes ojos que ella y su novio estaban planeando el gran viaje de su vida. Después, de casados, con lo del piso y los niños nunca podrían hacerlo. Era ahora la gran oportunidad de su vida. Ahora o nunca.
Me contó que su novio trabajaba en la hostelería, explotado a tope. Ella le había sugerido que la ayudara en el plan trazado. Allí tendría muchas pequeñas oportunidades y, ya se sabe, muchos pocos hacen un mucho.
Él se había negado. Tenía miedo a que le pillaran. La historia de siempre, las mujeres son más decididas y ella se había tirado al río sin saber nadar.
Siquiera se habían puesto de acuerdo en el gran viaje. Compaginar gustos e intereses en algo que solo podrían hacer una vez en la vida... muy duro decía ella. Pero bueno, se animaba a si misma, todo se irá solucionando, se decía, a medida que vayamos teniendo más medios.
Y ahí está la clave. Los medios a los que se refería son el dinero, para que engañarnos. Un gran viaje, el viaje de tu vida cuesta mucho, pero mucho, que no es lo mismo que un fin de semana en una casa rural o una semana en Canarias.
En fin. El brillo en sus ojos, que la delató ante los míos, provenía de que en cada operación de caja ella se quedaba mentalmente con un cinco por ciento. Si la compra era grande, se quedaba con el diez. Si la compra era grandísima, cosa que casi nunca sucedía, se quedaba mentalmente con una gran cantidad aleatoria, que normalmente dependía de su humor en ese día.
Me confesó que ya tenía acumulada una gran suma mental procedente de esos pequeños hurtos. Yo, en vista de la confianza que había depositado en mí. La invité a quedarse mentalmente con todo el importe de mi compra, y me disculpé por su escasa cuantía. Eso sí, le prometí que, si volvía, siempre iría a su caja, para poder colaborar con su gran viaje, pero con una condición, tendría que quedarse con el importe completo.
Se mostró muy agradecida. Me prometió traerme un recuerdo mental. Incluso me preguntó por mis preferencias a lo que le respondí que, primero, ni siquiera sabía a donde iban a ir y, en segundo lugar, debían ahorrar para el futuro, que a mí no me hacía falta nada, que con su sonrisa ya me sentía más que satisfecho.
No sé el final de la historia. El novio parece, por lo que me ha contado, un chico normal y formal y a buen seguro llegarán a un acuerdo acerca del destino del gran viaje.
La historia termina en un final feliz. Hubiese sido un bonito titular de prensa: Una gran delincuente mental roba diariamente en una gran tienda de deportes sin ser descubierta. El único testigo, cómplice y encubridor no suelta prenda. Solo unas personas conocen la noticia a través de un blog pero, nadie sabe cual es el importe de lo robado, el nombre de la tienda y de la cajera, ni al dueño del blog.
Oye!, y que me quedo feliz. Bueno, no del todo. Me falta conocer los detalles de ese gran viaje mental que van a hacer esos dos.
La cosa comenzó hace solamente dos o tres días. Estaba en la fila de una caja de una de esas grandes tiendas de material deportivo. No hace al caso lo que llevaba en las manos, pero como sé el natural curioso de la gente, aclararé que eran unos pantalones de montaña. No muy caros, lo que tendría su importancia más adelante.
Distraídamente miraba para allá y para acá. Había que hacer tiempo. Las dos cajeras no conseguían adelantar el trabajo. Sí, dos cajeras. ¿Por qué no encontraremos también cajeros? Tal vez esta palabra esté exclusivamente reservada para esos artilugios de pared, de esos en los que tienes que poner la mano sobre el teclado donde escribir los cuatro números encargados de proteger tu fortuna. Quién sabe, todavía no sé quién me protege a mí de todos los números que forman mi vida.
La chica realizaba todas las operaciones maquinalmente. Recogía las prendas, miraba la etiqueta, sacudía la prenda en el aire y la doblaba de forma precisa para, finalmente, introducirla delicadamente en una bolsa y dejarla sobre el mostrador. Recogía tu tarjeta y carné, que cuidadosamente comprobaba, y tecleaba el importe, después de entreabrir la bolsa, seguramente para confirmar su buena memoria, y etcétera (para que contarlo si todo el mundo sabe como funciona esto).
El caso es que todo sucedía de una forma normal, natural, pero...
En una de las dos cajeras percibí algo especial. Lo descubrí y supe que me tendría que tocar con ella. Crucé los dedos.
¿Qué descubrí? No todo era tan normal, tan natural. No perdía la sonrisa, ni la amabilidad pero, en una décima de segundo, un brillo extraordinario inundaba sus verdeazulados ojos, que se volvía radiantes y llenos de felicidad.
También ella descubrió que la había descubierto. Pero se quedó tranquila. Al instante supo que podía confiar en mí, que yo jamás contaría su secreto. Es más, que me haría su cómplice. Y fue en ese momento en el que me arrepentí de haber comprado solo unos pantalones. Tendría que haber comprado algo caro. Ya, puestos a delinquir, debiera haberlo hecho por una cuantiosa suma.
Sin mirarme apenas, ni cruzar palabra, y mientras atendía a los clientes de la fila, me contó con sus grandes ojos que ella y su novio estaban planeando el gran viaje de su vida. Después, de casados, con lo del piso y los niños nunca podrían hacerlo. Era ahora la gran oportunidad de su vida. Ahora o nunca.
Me contó que su novio trabajaba en la hostelería, explotado a tope. Ella le había sugerido que la ayudara en el plan trazado. Allí tendría muchas pequeñas oportunidades y, ya se sabe, muchos pocos hacen un mucho.
Él se había negado. Tenía miedo a que le pillaran. La historia de siempre, las mujeres son más decididas y ella se había tirado al río sin saber nadar.
Siquiera se habían puesto de acuerdo en el gran viaje. Compaginar gustos e intereses en algo que solo podrían hacer una vez en la vida... muy duro decía ella. Pero bueno, se animaba a si misma, todo se irá solucionando, se decía, a medida que vayamos teniendo más medios.
Y ahí está la clave. Los medios a los que se refería son el dinero, para que engañarnos. Un gran viaje, el viaje de tu vida cuesta mucho, pero mucho, que no es lo mismo que un fin de semana en una casa rural o una semana en Canarias.
En fin. El brillo en sus ojos, que la delató ante los míos, provenía de que en cada operación de caja ella se quedaba mentalmente con un cinco por ciento. Si la compra era grande, se quedaba con el diez. Si la compra era grandísima, cosa que casi nunca sucedía, se quedaba mentalmente con una gran cantidad aleatoria, que normalmente dependía de su humor en ese día.
Me confesó que ya tenía acumulada una gran suma mental procedente de esos pequeños hurtos. Yo, en vista de la confianza que había depositado en mí. La invité a quedarse mentalmente con todo el importe de mi compra, y me disculpé por su escasa cuantía. Eso sí, le prometí que, si volvía, siempre iría a su caja, para poder colaborar con su gran viaje, pero con una condición, tendría que quedarse con el importe completo.
Se mostró muy agradecida. Me prometió traerme un recuerdo mental. Incluso me preguntó por mis preferencias a lo que le respondí que, primero, ni siquiera sabía a donde iban a ir y, en segundo lugar, debían ahorrar para el futuro, que a mí no me hacía falta nada, que con su sonrisa ya me sentía más que satisfecho.
No sé el final de la historia. El novio parece, por lo que me ha contado, un chico normal y formal y a buen seguro llegarán a un acuerdo acerca del destino del gran viaje.
La historia termina en un final feliz. Hubiese sido un bonito titular de prensa: Una gran delincuente mental roba diariamente en una gran tienda de deportes sin ser descubierta. El único testigo, cómplice y encubridor no suelta prenda. Solo unas personas conocen la noticia a través de un blog pero, nadie sabe cual es el importe de lo robado, el nombre de la tienda y de la cajera, ni al dueño del blog.
Oye!, y que me quedo feliz. Bueno, no del todo. Me falta conocer los detalles de ese gran viaje mental que van a hacer esos dos.
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texto: soy culpable WAST 070722 - OVNM 071206
fotografía: @444-FB-000000 - unas tintas de "casj" 071101
música: Lalo Schifrin - Cantata for Combo (Bullitt)
música: Lalo Schifrin - Cantata for Combo (Bullitt)
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15 comentarios:
¡Ñoco! ¡Genial! Jajaja... ¡sencillamente genial!
Un post redondo, absolutamente redondo.
¿Soy culpable de la sonrisa de oreja a oreja que se me ha quedado después de leerte?
A veces puedes disfrutar más con un viaje mental que con uno real. Hoy he viajado contigo, y me he sentido esa dependienta, disfrutando con cada porcentaje robado para ese gran viaje mental. Estupendo todo, texto, tintas y jaja, la música. Besos.
Ñoco... pero te quedó super bien. Yo de mirón allí en la charla tuya con la cajera y el viaje mental.
Esa capacidad de concentra la fantasía ... la música... la música en mi mente tu texto se va como una película.
Que bien amigo. Me deja sonriendo como la mandarina azul.
Abrazo.
Jjjajjajajaja, que gran historia y que bien contada. Estupendo post.
Eres como un Robin Hood a lo cajeras.
dos apuntes:
1. cuando trabajaba de cajera en carrefull, a una compañera de mucha antigüedad, la descubrieron pasandole la compra a su familia, y de cada 3 artículos ticaba uno. Despedida y con unas referencias nefastas de por vida.
2. Hace dos años, me pasó algo inaudito en zara, me cogieron las prendas, las desalarmaron, me las dieron en una bolsa, yo mientras tarjeta en mano esperando como boba, hasta que me di cuenta de que se habían olvidado de pasarla por la cola de gente que tenían. Primero salí acojonadita de la tienda, toda culpable. Ya en la calle, me dije, joer, con lo que gana el de zara, ojalá hubiesen sido cosas más caras.
Me has traido las dos anécdotas a la cabeza.
Besoteeeeeeeeeeeeeeeeees.
Ñoco que bueno...y todo esto lo pensaste con la sóla idea de comprarte un pantalón!!! Si te hubieras comprado (mentalmente) la tienda entera ahora mismo estaríamos todos en el caribe disfrutando (mentalmente) de los beneficios de la cajera y de ti...comprador mental:-)Te dejo...me voy al caribe!
Me parece una historia tristísima. Bien contada, pero tristísima. Imaginativa, pero tristísima.
Muy triste, vamos.
Creo que humo ha dejado claro su punto de vista...pero no una, sino varias veces:-)
Ay, ay, ay, que acabarán el viaje en el trullo. Pero bueno, si sólo es mental, se puede hacer soportable.
Uysss, perdón, ya he borrado...
ays ñoco.....que yo estaba dos personas más atrás y me percaté de todo, jajajjaja.....
me ha encantado!!!
Un besín dulce
No estoy de acuerdo con el campanudo Luigi: las cárceles mentales son un coñazo. Seguro que son peores las de piedra y más si se tiene que escuchar a Los Chunguitos todo el santo día, pero eso no quita que sea una tabarra encerrarse mentalmente en los presidios que uno construye en su cabeza. Yo mismo tengo siete penitenciarias mentales y al menos en dos de ellas estoy condenado a cadena perpetua. Lo peor son los convictos con los que comparto las celdas donde cumplo condena, no me llevo bien con nadie. (Así que si algún alma caritativa quiere visitarme para traerme tabaco, que no se retenga por timidez).
De los viajes opino lo mismo o, lo que es peor, igual. Los mentales saldrán más baratos, pero uno nunca se deja las maletas en esos desplazamientos, ni pierde el avión, ni coge enfermedades extrañas -por echar un polvo barato y sin goma-, de esas que ponen en evidencia lo poco que saben los médicos de cabecera, ni le roban la cartera con el pasaporte, ni choca con el coche contra un camión, ni... Para qué seguir, se pierde uno lo mejor de la vida y ya está.
Deliciosa la historia....
¿Y ese dibujo?
¿Ñoco, sabes que eso no lo hace cualquiera?
Ñoco, que linda historia, completa diria yo, tiene de alegra, de picara, de triste, de sueños, de realidades, de presente, pasado y futuro.
Envidio (sanamente, je,je,je) tu capacidad creativa. Eres increible.
Un besote,
Soraya
Un viaje mental puede servir, pero lo más importante es el brillo en los ojos de la cajera y la complicidad del cliente. Eso significa algo y yo quiero estar allí para leerlo y comprenderlo.
Un beso mental
Es facil de saber.
Consigue reunir los tikes de un mes
Calcula mentalmente la suma
Al tanteo
Mentalmente
Y haciendo un pequeño calculo, igual encuentras los detalles.
Mentalmente los viajes siempre o casi siempre son perfectos.
:)
Los sueños... ¿como eran los sueños?
pues, sueños son :)
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