2.7.08

176 - El Perfume

*


Historia real con un pequeño toque de fantasía



Íbamos alrededor de cincuenta en el autobús. En cada parada, alguien se bajaba y alguien subía. La renovación de los pasajeros era continua y el autobús seguía siendo el mismo, como el río, aunque sus aguas se renueven a cada instante (algo así me contaron en el colegio hace años, cuando jugaba con las canicas).

En realidad, a lo largo del recorrido, el autobús tenía tres elementos fijos a saber: el conductor, yo y el señor aquél de la gabardina desgastada por los bajos, que llevaba el periódico del día perfectamente doblado, y sin hojear todavía (tal vez hubiera ojeado la primera página cuando lo compró). Esos tres elementos fijos le daban al autobús todo su sentido, su existencia.

El señor de la gabardina miraba absorto las imágenes que desfilaban por su ventanilla, sin curiosear acerca de los otros pasajeros como lo estaba haciendo yo.

Se detuvo el autobús. Bajaron unos, subieron otros. Varias veces más se paró y varias veces más bajaron unos y subieron otros (pensé en el río y sus aguas)

Se detuvo el autobús. Esta vez, el lugar de la parada tenía sentido para nosotros. Se bajó él, primero, y yo tras él. Me detuve un poco a leer el estúpido letrero de letras rojas móviles que me informaban de la tardanza de los próximos autobuses y, sobre todo, de que era un panel en pruebas, algo que ya sabía dado que llevaba dos años diciéndome lo mismo. Mientras, el autobús se alejaba.

Eché a andar y enseguida me encontré detrás del hombre de la gabardina raída. Iba andando a un paso extremadamente lento. Por curiosidad, me acomodé a su paso. Íbamos los dos a un paso cada vez más lento por la calle vacía. Nos cruzamos con aquella joven que había salido de un portal, a unos 170 metros.

Dado que ya casi me resultaba imposible seguir su paso, cada vez más lento, aceleré el mío y me puse a su lado.

¿Le pasa algo?, le pregunté. ¿Se encuentra usted mal? Y sin darle tiempo a contestarme... ¿puedo ayudarle en alguna manera?

Se detuvo. No. Muchas gracias. No puede ayudarme ya que afortunadamente no me pasa nada. Bueno, pero sí, pasarme, sí que me pasa.

Le interrumpí un poco bruscamente, pero dígame ¿qué le pasa? ¿le ayudo?
No hombre. No es nada. Solamente que tengo que ir lo más despacio que pueda.
Eso ya lo veo. Perdone que sea curioso.
No se preocupe, me suele pasar muchas veces. Tengo que ir despacio para dar tiempo.
¿Tiempo? ¿Tiempo... a qué?

Joven, es usted muy curioso... aunque bienintencionado. Gracias por su amabilidad y, ya que insiste, le daré una explicación.

Mire, nos acabamos de cruzar con una joven, ¿no?. Bueno, no era tan joven, ya habrá pasado la mitad de su vida. ¿La ha visto? ¿La ha olido?

Yo me considero bastante observador, pero no me suelo fijar mucho. Además, iba distraído siguiendo al hombre de la gabardina raída. Así pues, le confesé que solamente había percibido un olor.

¡Ajá! Exclamó. ¡Lo ha notado! ¡Ha notado el olor! (Estaba excitado)

Sí, había notado un olor pero no entré en más detalles. No entendía de olores pero desde que disfruté de la película El Perfume, lo huelo todo… o casi.

El hombre de la gabardina raída seguía. Pues sí, yo vivo ahí mismo, y cuando desde la parada de autobús he visto salir a esa joven, que no le diré como se llama, he empezado a andar lo más lentamente posible. Mire usted, vivo en la misma casa, misma letra, la E, pero tres pisos más abajo que ella.

Ya, le dije, pero no le entiendo. No veo la relación entre la parada, la joven, el piso... no le entiendo.

Mire usted, lo primero a aclararle es que tengo una nariz privilegiada. ¿Ha oído usted hablar de Jean Baptiste Grenoulli? Pues como era él, soy yo. (En ese momento rememoré la película citada). Eso me lleva a percibir y clasificar en mundo en tres olores, los agradables, los desagradables y los neutros. Comprenderá usted que hay infinitos matices, pero efectos prácticos, lo dejo en tres.

Ya, le dije. Pues yo percibo más de tres.
Sí, me dijo él, casi todo el mundo percibe unos pocos más pero hagamos la prueba de la manzana.
¿Qué prueba? le dije rápido.
Pues la de la manzana. Váyase a una frutería, cómprese una manzana verde, y dígase a que huele. Haga esa prueba cada hora durante los próximos tres meses, y dígase cuántos matices distingue. Y si quiere, nos vemos aquí dentro de ese tiempo e intercambiamos pareceres. Ah, si la manzana es de pueblo, mejor. Notará más matices.
Esa prueba ¿la ha hecho usted?.
Claro, me dijo. Con toda clase de materia: viva, muerta e inerte.

Fui osado y encontré una respuesta inverosímil. Le espeté, ¿y usted? ¿cuántos percibe?

En condiciones normales, que dependen de mi estado físico y la situación atmosférica, especialmente presión y humedad, vengo a notar las transiciones en el olor con unos intervalos de entre 17 segundos y 17 minutos. Reconocerá que el vocabulario está muy limitado para expresar tantas sutilezas.

No me lo creía y él lo notó.
Mire usted. ¿Ha querido a alguien? ¿ha amado a alguien? Pues ahora trate de clasificar a todo su entorno conocido, incluso sin conocer, con solo esos dos verbos. No haga trampa, solo con querer y amar.

Tocado, me dije. Ahora lo veía claro. Tenía que salir del paso. Le dije ¿y que tiene que ver la joven de antes con esto?

Mi sensibilidad me hace deleitarme con las mejores fragancias pero, tiene una contrapartida. Si bien es cierto que he simplificado y he encuadrado a la mayoría de los olores como neutros, quedan algunos especialmente desagradables.
¿Y la joven? ¿Qué?
Pues ahí está la cuestión. La joven vive tres pisos más arriba que yo, en el décimo. Ahora, en cuanto acabe de hablar con usted, entraré en el portal – ya estábamos enfrente – cogeré el ascensor, y subiré siete pisos en esa celda de tortura.

¿Tortura?, dije.

Mire usted, parece no haber entendido nada. Esa joven utiliza un perfume de refritos, con nombre falsificado, fabricado en Shangai, en una pequeña nave cerca del aeropuerto. Por cierto ¿conoce el Ikea de Shangai?. Es una mezcla de restos de peluquerías del extremo oriente. Desde el portal, más fielmente, desde que nos cruzamos con ella, hasta la puerta de mi casa es un rastro imposible, rastro que en ascensor se vuelve asfixiante. Y mire usted, el ascensor, que es de los rápidos, tarda 71 segundos en llegar a mi piso. Subo conteniendo la respiración pero cuando salgo, y entro en mi casa, tengo todas las ropas impregnadas hasta el punto de tener que ducharme y cambiarme por completo.

Vaya problema, asentí cariacontecido. ¿Y que piensa hacer? Le dije suavemente mientras pensaba en que tenía que ver el Ikea de Shangai en esta conversación.

Nada. No puedo hacer casi nada. No tengo medios económicos para cambiarme de piso. Ella, por la edad, no creo que se case y cambie de vivienda. Sólo, y solo eso, el estudio detallado de sus hábitos, me permiten no coincidir con ella en el trayecto de casa a la parada del autobús y viceversa. Y hoy, precisamente hoy, he tenido otro enorme fallo de planificación. Bueno, al menos me ha permitido un rato de conversación con usted.

Gracias, dije yo también. Es agradable su conversación, y he aprendido mucho con usted acerca de olores. Por cierto, y yo, ¿cómo huelo?

Mire usted, permítame que no le conteste a esa pregunta. Buenos días.


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176 - El Perfume - OVNM/080702/
fotografía: frascos de perfume
música: escuchas a Robert Rich & Steve Roach - Strata - Forever




18 comentarios:

Carlota dijo...

Esperemos que el señor de la gabardina raída no tenga el mismo final que J.Baptiste... la que seguro que no acabará mal es su vecina, pues nunca le asaltará el anhelo de hacerse con su perfume... a no ser que un día, para destruirlo... pero no, mejor no dar ideas :P. Un relato "real con un toque de fantasía" estupendo, aunque de difícil solución. Muy buena la parte de la limitación del vocabulario para tantas sutilezas. Me voy a coger una manzana, de pueblo, para hacer la prueba. Un besuco.

©Claudia Isabel dijo...

Debe ser terrible tener ese olfato...yo con el normal sufro terriblemetne los olores y vivo empapada en perfume siempre, aunque no salga de mi casa...para mi perfume es sinónimo de mujer. fijate que jamás me maquillo pero siempre llevo en mi cartera un buen perfume francés...
El relato está genial Ñoco. Tenés mucha imaginación!
Un abrazo

Tesa Medina dijo...

Genial, Ñoco, me ha encantado el relato. Tengo un buen olfato, pero el de este hombre es más un problema que un placer.

¿Cómo va el camino? El mío lleno de locura, pero sobreviviré.

Besos.

Anónimo dijo...

Oh perfume! How I like it!
My favourite is...? Guess it!

While you are thinking, you can read this quotes about perfume.
"Fame is the perfume of heroic deeds" (Sócrates)
"Beauty, unaccompanied by virtue, is as a flower without perfume" (French proverb)
"When two friends understand each other totally, the words are soft and strong like an orchid's perfume"
"Pleasure is the flower that passes; remembrance, the lasting perfume" (Jean de Bontfleurs)
"When all the laces are undone, when all the petticoats have fallen, the woman is dressed only in her perfume" (Jean-Paul Guerlain)
And here some synonyms of perfume: fragance, aroma, essence, scent, scenting.

Have a great day in your sweet-smelling garden but here is my advice: Don't wear perfume in your garden unless you want to be pollinated by bees.
HHK

Mandarina azul dijo...

Una cosa está clara. Que tu relato no huele a chamusquina. Aplaudo, Ñoco.

Lo de los intervalos de 17 minutos y 17 segundos... te guiño un ojo. ;)

Este cuento lo leería entre mil cuentos anónimos y me resultaría inconfundiblemente tuyo.

¡Sosbe!

Romana Lopez dijo...

oyes es que algunas no podemos conprarnos perfumes de esos caros de la frans.pues yo conpro una imitacion que se llama Pa chuli yo, que es clabadita a esa que usaba la Marilin que solo se echaba unas gotas para dormir y yo pues lo mismo que pa chula yo.en el mercadiyo a 2 euros el bote y oyes que con tres rociadas hueles todo el dia y como tu becina das olor a toda la comunidad y a la calle y a todo.que bonito.no me estraña que tu potragonista este tan contento.abrazos

alfonso dijo...

Como aclaración pertinente quisiera señalar que el enunciado “Historia real con un toque de fantasía” es relativamente cierto.

Tal vez acga sea el hombre de la gabardina raída que habla con ñoco. La vecina existe realmente.

El ascensor es una tortura realmente. Quizás exagere un poco, mis ropas se impregnan, sí, pero no hasta el extremo de tener que ducharme.

Los ciento setenta metros son, en realidad, ciento veinte (medidos con el Google Earth). Pero sabéis que el 17 es un número especial.

Tampoco son ciertos los 71 segundos que tarda el ascensor, son 22.

Miento en los pisos, tengo que despistar no vaya a ser que me reconozca la perfumada señorita.

En fin, no me extiendo en los toques de fantasía. Huelo todo lo que puedo pero, no he hecho la prueba de la manzana (todavía). Con la vista alcanzo a divisar un quinto de milímetro pero en olores no he conseguidor conocer los umbrales de percepción.

Si es cierto que el libro “El Perfume” me ha hecho ver la vida con la nariz. Ahora puedo oler un cristal, por ejemplo.

Hala, y no os doy más la lata.
¡Que lo oláis bien!...
y ¡Oled bien!, sin pasaros, que los demás no tienen culpa de nada.

circe dijo...

que bueno..yo tb soy pelín maniatica de los olores...A mi me pasa lo de tu prota con una amiga que usa uno de esos permumes que, por muy de marca que sea huele a pachuli que alucinas...Tú sabes lo que es meterte en el coche con ella...Tengo quemados hasta los pelos de la nariz...

Aprendiza de risas dijo...

Sobre los olores se podría escribir una enciclopedia, sí.
Mi sentido del olfato está muy desarrollado, imagino que en detrimento del del oído. Y es una pena, pues hay muchos más malos olores que buenos.
Pero si uno de ellos no soporto es el olor a agua sucia, ese agua con lejía remansada en un cubo... es un olor nauseabundo.
Y yo también huelo el olor del cristal, sí, un olor que me acerca a mi niñez cuando llovía fuera y dentro se condensaba el vaho, ese olor a humedad acumulada en el cristal que desdibujaba con mi propia nariz...

Un beso casi metido en mi maleta. Me voy HOY, hoy me voy, ya era hora,

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Ñoco le bolo lehue, tojus tojus, a lloquea que más le tagus a daca nou de trossono. Él es dortacap de masroa, que mafortrans en trasle sasllovirama.
Sosbe!
;)

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Este año me toca lavarme los pies y no sé si hacerlo con agua de rosas, de risas, de rusas o de rasas.
Igual paso.

Ivana Carina dijo...

Ay, swetie....

Venía tan bien el relato, me estaba encantando todo lo que leía, hasta que el pobre hombre no te quiso decir como olias!
aajajajaa!

Para mi, y conste que estoy a un Océano de distancia...., hueles a hierba fresca recién cortada y a azúcar quemada....

Qué tul?? Y yo soy así!!! jejejee!

xoxoxox♥♥♥♥♥

Mityu dijo...

Un historia que roza suavemente un punto de encuentro con el perfume, sí. También anda en la línea de otros cuentos, que gustan de los bucles, de las imposibilidades de salida.
La condena del acto repetido, la huída inevitable, la sensación de ausencia de paz.
Y ese gesto final, como un guiño al lector.

Me gustan tus historias, Ñoco.
Felices días.

Benjuí dijo...

Quizá el hombre de la gabardina raída podría regalarle un perfume a la vecina. Quizá la vecina lo aceptara. Quizá...
(Perdón: cuando una historia me obliga a meterme de narices :) en ella siento la necesidad de participar: ese personaje tan indefenso es justo lo contrario de Jean Baptiste Grenoulli)...

RMS dijo...

Hola Ñoco,
Como he disfrutado el relato. Ah, ese toque de fantasía.
Inquieta nuestra curiosidad que nos arroja siempre cosas interesantes.
El olfato, un sentido tan poderoso y clave, al menos para mi lo es. Identifico aromas de mi niñez, luego los fuertes de la vida, como por ejemplo la de la leche fresca recién ordeñada, los frutos frescos, un perfume que nos queda por siempre...
Sin querer vamos guardando una biblioteca de olores, dependiendo de la sensibilidad en ese sentido, e identificamos o etiquetamos con una parte de nuestra vida.
Shangai debe tener mal olor...
Me gustó El Perfume, demasiado.
Y disfruto mucho de leerte.
Un buen fin de semana
Un fuerte abrazo amigo.

RMS dijo...

Música y foto merecen comentario a parte.
¡La composición de la foto!.
Y la música me acompaña esta mañana, café en mano y de pies descalzos en casa...
Abrazo

Marina dijo...

jajajajajajajaja, Ciertamente yo tengo vecinos y vecinas, que cuando monto en el ascensor después de ser abandonado por ellos, pongo a prueba los segundos que tardaría en morir si no puediera respirar. Gracias a no sé qué, vivo en el tercero y llego sin tener que respirar.
Si ellos me preguntaran,yo tampoco respondería.
Muy bueno Ñoco,muy bueno. Un beso oloroso a ........... a eso.

Contadora de Libros. dijo...

Qué bueno!!!
Me ha encantado este relato. Yo también tengo una pituitaria muy fina y no soporto los perfumes fuertes e intensos, me dan un dolor de cabeza inmediato preocupante....
Tu relato me mantuvo alerta y con el interés bien alto. Te felicito.
Y a seguir oliendo, oiga usted. Que bien visto, es una virtud sensorial :-)
Un beso.