24.12.07

La manilla

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Estaba en la sala de espera. Paseaba la mirada de aquí para allá, sin orden, izquierda, derecha, abajo, izquierda, arriba, abajo, derecha… Ni se me ocurrió pensar en que podría contar esos rápidos, o lentos según el caso, movimientos de los ojos. Probablemente habría pasado la mirada por aquel lugar varias veces, pero ahora fijé la atención en la puerta blanquecina con marco de madera clara con ribete azul europa. Hasta creí percibir en sus bordes un ocre alicatado en gresite.

La puerta estaba allí, desde siempre, ya que otras veces había estado en este lugar, pero algo me llamó poderosamente la atención. La manilla de la puerta, de último diseño más allá de ikea, en acero inoxidable matizado. La ventana situada tras mi nuca proyectaba una luz tamizada que producía extraños reflejos, o brillos, en la manecilla. Y de pronto, un sobresalto. Creí percibir, y lo percibí claramente aunque la razón me fallase, un cierto movimiento sobre la manilla.

No necesité levantarme, estaba solamente a tres metros y mi vista siguiendo las apresuradas órdenes de algunas neuronas que estaban de guardia, enfocó el lugar empleando todo su máximo potencial. Es extraño, nada me sorprendió. Parece como si siempre lo hubiera sabido.

Sobre la manilla había muchas personas, tal vez cientos, miles, ¿o más?, muy apretadas, de un tamaño tan diminuto que solo mi vista de un quinto de milímetro podría alcanzar a ver.

Se movían tan apresuradamente que resultaba imposible las direcciones.

No eran partículas, ¡eran personas!

Después de un largo rato, algo más relajado, empecé a notar, por los bordes, más definición en lo movimientos. Se producía una violenta aceleración, como un venturi inverso, cuanto más cerca de los límites. Pero no podía deducir nada, sólo movimiento.

Sin embargo, en la zona de contacto con la parte vertical de la manilla, esa plaqueta circular, la actividad era frenética. Intentaban subir por esa superficie tan brillante (pensé que tal vez fuera más fácil para ellos, con su tamaño podrían encontrar irregularidades en esa superficie a mi vista perfecta).

Me excitó profundamente el ver que otros intentaban descender, desafiando una fuerza de gravedad que tiraba de ellos hacia abajo, pero no conozco la relatividad de esa fuerza. Aunque si bien su tamaño era insignificante, a medida que podía singularizar elementos me parecían algo más grandes.

Me sentía cada vez más triste, sin poder precisar cuando me empezó a embargar la tristeza. A tres metros percibía claramente el futuro. No había futuro para ellos. No creo que supieran donde estaban. Tal vez supieran que hacían allí, aunque yo no tenía ni idea, pero ¿a dónde pensaban ir los osados que se lanzaban a la aventura?

Descorazonado, mi mirada se apartó, pero ya no desordenadamente. Ni arriba ni abajo. Primero a la derecha, luego a la izquierda. Puertas, veía más puertas, cada una con su manilla, manillas que tendrían su otra mitad al otro lado.
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texto: la manilla - WAST 061130 - OVNM 071224
fotografía: @444-061202-La manilla [m]
música: Pat Metheny - To The End Of The World


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8 comentarios:

Carlota dijo...

...y entonces dios se apiadó de todos aquellos diminutos y estresados habitantes de las manillas, y extendió una mano. Hubo quienes se apresuraron a subirse, hubo quienes temerosos de lo desconocido, se siguieron aferrando a su manilla, hubo quienes ni siquiera vieron la mano, tan atareados estaban subiendo y bajando por su manilla, y hubo también muchos que aterrorizados, saltaron al vacío. Hacia el fin del mundo, de su mundo.
Es un placer leerte (contemplar la música y escuchar la foto), Ñoco. Un abrazo.

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Bueno, ya estaba con un pedo que no veas, tanto brindar por chicle.

Belén dijo...

Buf! que bueno!

Esto de esperar en una sala de espera (valga la redundancia) hace que la imaginación se dispare!

Besitos

Mandarina azul dijo...

Así somos algunas veces las personas: diminutas hormigas estresadas, desorientadas o perdidas moviéndonos alrededor o dentro del hormiguero. Basta por ejemplo, para ver tu manilla, con ir cualquiera de estos días a un centro comercial. Es curioso cómo deteniéndonos en medio de esa locura, parándonos a ser simples espectadores de esa vorágine, resulta todo tan absurdo... Y sí, entra esa tristeza de la que tú hablas, acompañada de una especie de agujero en el estómago...
:)
(Y una casualidad: anoche, antes de dormir, estuve escuchando a Pat Metheny).

humo dijo...

En las baldosas, en las manchas de la pared, en las superficies rugosas de las mesas, en las tapicerías raídas, en los bolsos del verano en invierno y en los del invierno en verano... Todo está poblado de diminutos seres que sólo vemos - o intuimos - cuando estamos a la espera y en soledad.
...Y la tremenda sensación de ser, a mi vez, observada por alguien mientras espera en un lugar que no me cabe en la imaginación.

RMS dijo...

Detenerse, mirar, escuchar, sentir. Hacer todo eso en verdad, ver como fluye el mundo, raudo, veloz, devorando todo a su paso, tiempo inmisericorde. Y el mundo sigue, no se detiene, nos detenemos nosotros, para vivir y sentir. Así como tu tristeza... y VER.
A mi regreso, cerca de terminar el año, en introspectiva, leer esto, es realmente conmovedor va al fondo.
Un abrazo amigo.

Kiri dijo...

Como la vida misma...muchos sin rumbo. Otros osados y otros lanzados. Otros, sencillamente se dejan observar:-). Maravillosa imaginación.

Marina dijo...

Ufffffffffffff, creí que estaba bien, pero no he entendido nada, igual el cava hace estragos y yo no me entero. Me voy a la cama, eso sí, sin detenerme a mirar detenidamente las manillas.

Un beso de manillar

Mejor,o de "brindar por Chile ... lo dejo para otro día.